Teología y cultura, año 21, vol. 26, número 1 (mayo 2024), pp. 38-67
ISSN 1668-6233
Nuestros pensamientos y nuestro discurso sobre la persona central de nuestra fe —Jesús, el Cristo— forma nuestra identidad cristiana y desafía nuestra praxis (individual y comunalmente). ¿Cómo contribuiría una Cristología que incorpore a Jesús como el verdadero benefactor (Lucas 22:27; Hechos 4:9; 10:38) a las teologías de la liberación dentro de las iglesias locales? Este artículo asiste a una Cristología liberadora, viendo a Cristo como el benefactor por excelencia en el contexto grecorromano. Necesitamos una Cristología más robusta para el siglo XXI. Además, estudios sobre el don (χάρις) en el pensamiento paulino nos ayudan ver la dimensión social de la salvación. Vemos que Cristo como benefactor por excelencia se da a sí mismo y que esta gracia tiene un poder transformador. Esta gracia con su poder transformador nos invita participar en la vida y la dinámica de la generosidad divina. Todo eso tiene el potencial de no solo cambiar la vida de la iglesia en particular, sino también la del contexto social en que vivimos.
Palabras clave: Cristología liberadora. Benefactor. Gracia. Salvación social. Generosidad divina.
Abstract: Our thoughts and discourse on the central person of our faith—Jesus, the Christ—shapes our identity and challenges our praxis (individually and communally). How would a Christology that incorporates Jesus as the true benefactor (Luke 22:27; Acts 4:9; 10:38) contribute to liberation theologies within our local churches? This article proposes a liberating Christology, seeing Christ as the benefactor par excellence in the Greco-Roman context. We need a more robust Christology for the 21st century. In addition, studies on the gift (χάρις) in Pauline thought help us see the social dimension of salvation. We see that Christ as benefactor par excellence gives himself and that this grace has transforming power. This grace with its transforming power invites us to participate in the life and dynamics of divine generosity. All this has the potential to change not only the life of the church in particular, but also the social context in which we live.