Cómo convirtieron la sujeción de las mujeres en doctrina cristiana, Barcelona, Editorial CLIE, 2024, 234 páginas.
Teología y cultura, año 22, vol. 27, número 1 (mayo 2025), pp. 94-97
ISSN 1668-6233
Para algunas personas esta obra llega justo a tiempo; para otras, quizás demasiado tarde. La construcción de la feminidad bíblica es uno de esos libros que habría querido tener en mis manos durante mi juventud. Habría sido un recurso valioso para enfrentar con argumentos sólidos muchas de las interpretaciones bíblicas que justificaron el desprecio, la discriminación y la exclusión en mis años de formación, liderazgo eclesial y docencia teológica. Beth Allison Barr no solo desmonta los fundamentos patriarcales que han legitimado la sumisión de las mujeres dentro de la teología cristiana, sino que lanza una interpelación clara: escuchar la voz del Espíritu que llama a una misión integral y liberadora. A través de una lectura crítica del pasado, la autora rescata memorias silenciadas, reconstruyendo una narrativa más inclusiva que interpela nuestro presente y proyecta un futuro esperanzador, fundado en propuestas bíblico-teológicas que invitan, provocan y abren caminos. La obra se sitúa en el contexto de la experiencia cristiana vivida, esa “universidad de la vida” que tantas veces se reivindica en los espacios de fe. Esta metodología experiencial se convierte en el hilo conductor del libro. Con claridad y rigor, Barr combina erudición con accesibilidad, permitiendo que sus planteamientos resuenen profundamente en quienes han experimentado la tensión entre la fidelidad a la Palabra y la opresión sistemática justificada con ella. Barr señala la paradoja de muchas comunidades cristianas: proclaman un Evangelio de amor y libertad, pero reproducen estructuras de poder que marginan a las mujeres. El discurso teológico suele resaltar la dignidad humana, pero en la práctica, aún se rinde más homenaje a Aristóteles —quien consideraba a las mujeres inferiores por naturaleza— que al mensaje liberador de Jesucristo. La primera parte del libro nos guía en un recorrido por la historia, no como un ejercicio meramente académico, sino como un acto necesario para comprender y desarmar el peso del presente. En este trayecto, Barr y muchas otras mujeres —incluidas quienes transitamos entre la academia y la vida eclesial— enfrentamos cara a cara las relaciones de poder que atraviesan nuestras comunidades de fe. Entender la propuesta de la autora exige una reflexión sobre el concepto de autoridad en la Iglesia, particularmente en lo que respecta a la Biblia como Palabra de Dios. Desde los primeros cristianos hasta hoy, la autoridad de las Escrituras ha estado profundamente entrelazada con dinámicas de poder jerárquico. Barr nos muestra cómo esta autoridad, lejos de ser exclusivamente divina, ha sido moldeada por estructuras humanas que han sostenido la supremacía masculina. Así, la autora construye su argumento desde una mirada crítica a las formas en que la autoridad bíblica ha sido usada —y abusada— para excluir a las mujeres del liderazgo cristiano. Es crucial enfatizar que Barr no cuestiona la Biblia como Palabra de Dios. Su crítica apunta al modo en que las traducciones — todas ellas interpretativas por naturaleza— han influido en la manera de leer el texto sagrado. Muchas versiones bíblicas, especialmente en inglés, han invisibilizado o distorsionado el papel de las mujeres, santificando así la subordinación femenina como una supuesta verdad evangélica. La lectura es ágil y profunda. La autora entrelaza su reflexión con las historias de vida de muchas mujeres que inspiran su narrativa. A pesar del contexto cultural específico desde el que escribe, su mensaje resuena más allá de las fronteras lingüísticas o geográficas. Aunque se refiere principalmente a traducciones bíblicas en inglés, su crítica permite extrapolar sus hallazgos a las problemáticas presentes también en las versiones bíblicas en español y en las iglesias de América Latina. Desde una perspectiva latinoamericana, marcada por la herencia de la Reforma Protestante y el énfasis paulino, el análisis de Barr resulta de gran relevancia. Su mirada permite cuestionar profundamente los fundamentos teológicos que han legitimado el patriarcado dentro del protestantismo latinoamericano. Aunque algunas secciones podrían beneficiarse de una mayor profundización, la obra ofrece herramientas suficientes para quienes deseen continuar investigando y ampliando la discusión. Una de las grandes contribuciones del libro es la respuesta a la pregunta sobre cómo liberar a las mujeres: demostrando que no hay evidencias bíblicas suficientes para justificar su subordinación. Leer el Evangelio a la luz de textos mal interpretados no solo oscurece la voz de Dios, sino que nos aleja de la acción del Espíritu Santo, el mismo que descendió en casa de Cornelio sin distinguir entre hombres y mujeres. Como suele decirse, toda herejía tiene base bíblica; pero no todo lo que se dice inspirado por la Escritura es compatible con la voluntad de Dios. En su denuncia profética, Barr nos recuerda que el sometimiento de las mujeres, motivado por estructuras de poder, niega el alcance universal de la obra redentora de Jesucristo. Textos como Gálatas 3:28 y Hechos 2 son testimonios de una igualdad radical en el Espíritu, que ha sido traicionada por prácticas eclesiales patriarcales. Aun así, la historia demuestra que el Espíritu Santo, una y otra vez, ha roto esas cadenas, liberando a las mujeres para una vida y ministerio plenos —tal como lo hizo Jesús. Una de las conclusiones más interesantes del libro es que, a pesar de los constantes cambios en las reglas patriarcales, las mujeres han encontrado formas de predicar, enseñar y proclamar el Evangelio. El Espíritu de Dios, que vence el pecado, también vence todo lo que oprime. El patriarcado no es solo un pecado contra las mujeres; es una estructura de pecado que discrimina por género, clase, etnia, edad y que incluso perpetúa la violencia contra la creación misma. Es un libro que contribuye decisivamente a los diálogos teológicos que buscan una iglesia más justa, más fiel al Evangelio y más parecida al Reino de Dios.