Métodos Exegéticos y Hermenéutica en el siglo XXI, Ediciones La Aurora, Buenos Aires, 2022, 211 páginas.
Teología y cultura, año 22, vol. 27, número 1 (mayo 2025), pp. 89-93
ISSN 1668-6233
No es tarea fácil encontrar textos o manuales que se especialicen en transmitir el análisis y la práctica de métodos exegéticos para el estudio de la Biblia. Motivo suficiente para alegrarnos por este trabajo de Ediciones La Aurora. Esta obra colectiva de reconocidos biblistas, editada por Néstor Míguez, se identifica, explícitamente, en continuidad con la obra de Krüger, R., Croatto, S, Míguez, Métodos Exegéticos, Buenos Aires, ISEDET en su última edición de 2017. Deja en claro que no pretende sustituirla, “sino ampliar el panorama a partir de perspectivas y metodologías nuevas en el estudio de la Biblia” (p. 5). Es de mencionar que, en cada exposición de los métodos presentados, se provee de ejemplos y bibliografía pertinente. En este texto se hace énfasis en los mensajes y la interpretación propia de cada tiempo y cultura, generando una historia del influjo que “…deja una secuela, por apropiación o descarte, que ha influido en las siguientes lecturas…” (p. 8). Se expresa con claridad la convicción de que exégesis y hermenéutica están entrelazadas y no puede haber una división tajante entre ellas: la elección del método ya es interpretación. La exégesis hace resaltar al autor o sujeto interpretado que ya vive en un determinado contexto. Se defiende la tarea de la teología bíblica unida a la sistemática, destacando la importancia y la recuperación de las dinámicas narrativas bíblicas. El hecho performativo de lo predicado es una forma de exégesis. Luego, desde la pragmalingüística, se analiza lo que la palabra hace, en especial comprendiendo como traducción y tarea intercultural e intersemiótica —por ejemplo, en el lenguaje de señas—. Las lecturas “desde abajo” y la perspectiva de los diferentes sujetos sociales no son sólo hermenéutica sino exégesis. Lecturas feministas, de pueblos originarios, etc., muestran una exégesis bíblica como fuente de lucha en medio de la tarea de percibir y expresar el mensaje bíblico. Luego, con las obras deuterocanónicas del período intertestamentario, se analiza la influencia de la hermenéutica bíblica hebrea, que influye en el cristianismo naciente. En el capítulo que presenta el Análisis arrativo, Néstor Míguez señala que cuando los grandes relatos son puestos en controversia el relato imperialista permanece. Aclara que toda la Biblia es susceptible de relato por lo que todo género presente en ella puede ser analizado con este método. Hay diferentes tipos de relatos según el propósito que los anima; en los textos canónicos y extracanónicos se muestra la pluralidad de voces humanas y la disposición abierta a la voz divina. Así, más que plan, se expresa el diálogo de la salvación registrado en la historia con sus continuidades y discontinuidades. Y nuestras interpretaciones son un modo de continuar ese diálogo. Entre narrador y receptor se genera una empatía abierta como espacio de libertad. Investigando y respetando el contexto original en el detrás del texto con los Métodos Histórico Críticos, el Método Narrativo observa el tejido del texto “el mundo material y cultural…” (p. 28). Las descripciones, la trama, los indicios, el espacio y los tiempos de la narración: “El arte de quien analiza está en saber descubrir y apreciar esta dinámica” (p 32). Con el auxilio de la lectura sociopolítica se complementa la descripción de la realidad social. Luego, buscando la trama, sus nudos se convierten en lo que en la semiótica son de influjo, capacidad, etc. La experiencia de fe narrada por el autor es contar la presencia de Dios en la historia… (p. 37). A pesar de la consideración del impacto que se produce en el lector, éste no está autorizado a disponer del relato a voluntad, sino más bien debe respetar la propuesta de la narración para luego deconstruir y construir en su propia perspectiva. El carácter del personaje en la narración puede evolucionar. En el compromiso de fe de cada uno, el relato “es una búsqueda de complicidad” (p.46). El mismo Míguez presenta la Crítica Performativa que considera que las palabras cobran sentido desde quien, cómo y dónde se dicen, incluso el modo en que se difunde, transmite y recibe el mensaje. Se da la aparición de la estética que suple la ética, la imagen fugaz con transmisión oral. Ésta supone una performatividad que implica al que transmite y a quien recibe el mensaje: “Estudiar la dinámica de la transmisión oral en espacios donde la literalidad no existe o es escasa, entonces, ayuda a ver posibles caminos que pueden haber seguido los relatos bíblicos antes de llegar a serlo” (p. 60). Su interés está centrado en el lenguaje oral, sonoridad, ritmo, homofonía, ironía, disonancia, etc., todo lo que el paso a la escritura no ha registrado. Elsa Tamez e Isela Trujillo nos recuerdan la presencia de la Interculturalidad en todo el proceso que nos conecta a la Biblia. Pero más aún, profundizan en el proceso intersemiótico con dos sistemas de signos diferentes: la escritura y lenguas de señas, que no es ni hablado, ni escrito, pero con sus propias estructuras sintácticas y gramaticales. Nos recuerdan los tres textos con los que contamos: el bíblico, el traducido y la interpretación de lectores/as. Una somera aproximación de este diálogo nos invita a pensar un primer paso que nos llevará a visualizar toda la escena. Ya el segundo paso nos hace pensar en el escenario (cómo es y cómo se ve ese lugar). Luego, conocer a todos los personajes y su distribución. Se subraya aquí la importancia de la personificación, dramatización y gestualidad. No sólo se ejemplifica con fotografías, sino que también nos recuerdan que: “las personas Sordas cristianas luchan pues, entre mensajes velados, donde se presenta la imagen de un Dios oyente, cuya lengua oficial es la lengua oyente… donde la sordez es un castigo de Dios.” (p. 90).
Pablo Ferrer nos presenta la Pragmalingüística, para la que los textos no sólo informan, sino que quieren lograr algo en sus lectores. Se busca así el plus del texto, necesitando acuerdos fuera de lo que está escrito. Las herramientas de este método son: género literario, ordenamiento sintáctico y discursivo, deícticos, uso de oraciones subordinadas y coordinadas, indicadores lingüísticos del lugar social de quienes participan del acto comunicativo, decisiones posibles en la elección de palabras. También Ferrer nos introduce en la Hermenéutica de los Sujetos, con comparaciones artísticas para explicar la relación con el texto de un modo múltiple, diverso y abierto. Esto, sin dejar de considerar la historia del influjo que lo afecta. En este diálogo, el texto se convierte casi en un sujeto de conversación. En un primer momento visibiliza a los creadores del texto. Luego se pone foco en el sujeto interpretante. El destinatario no es sujeto pasivo sino más bien condicionante del texto. Mercedes García Bachmann identifica, en la Lectura Feminista, por lo menos dos elementos en común: primero, la utopía de un mundo con dignidad para todos sin distinciones. Luego, la sospecha en todo discurso concebido y criado en una cultura patriarcal o kyriarcal. A modo de ejemplo desarrolla algunas preguntas para guiar la nvestigación: ¿qué roles de género pueden detectarse en la historia? Cuando es introducida una mujer ¿qué se dice de ella? ¿Qué lectura del pasaje sería diferente de la que hace un comentario tradicional? ¿qué resulta chocante en términos socioeconómicos o de género, clase o de edad? ¿Cómo podría ser leído este texto de un modo fiel y liberador para los creyentes? También se debe atender a la cuestión de si son considerados los puntos de vista de una mujer en el texto o cómo son tratadas las mujeres en el mismo. Muchas otras preguntas, en este mismo sentido, sin necesidad de algún método particular, trazan el camino de esta lectura. Finalmente, Juan José Barreda Toscano, en la Interpretación bíblica de los Apócrifos del Antiguo Testamento y Deuterocanónicos, aclara términos y recuerda el aporte que estos textos hicieron a la Iglesia primitiva. Despeja dudas injustificadas para la inserción de los deuterocanónicas a la lectura edificante de los cristianos. Se presta atención en este capítulo, al midrash, los rasgos de las tradiciones orales, la comprensión de los escritos sagrados viva y dinámica, en fin, “la necesidad que existió en el contexto histórico de repensar la presencia de Dios en la historia del pueblo” (p. 191).
En suma, consideramos que profesores de exégesis y hermenéutica bíblica y todos los que colaboran en esta tarea docente, se verán beneficiados con la lectura de esta obra. Resultará un material que además de ampliar conocimientos, colaborará con la propia evaluación crítica de los alcances de nuevas lecturas. Éstas no ignoran las fortalezas de métodos de interpretación practicados durante muchos años por los cristianos, pero poniendo especial énfasis en la muchas veces negativa historia del influjo, pretenden activar y mejorar nuestra sensibilidad para captar el mensaje bíblico. Sin dudas, asimismo aportará en la siempre necesaria actualización docente. También, a los estudiantes que desean profundizar en métodos actuales de la mano de destacados profesores, les resultará además de interesante, una herramienta específica para ampliar las opciones a la hora de la elección del método de análisis para trabajos monográficos y de tesis. Por último, recomendamos la lectura de esta obra a quienes desean ampliar sus perspectivas en la interpretación de la Biblia para toda tarea pastoral.